La fortaleza de los proyectos relacionados con Camino Escolar es la memoria emotiva de las familias
Hoy en día pensamos que las ciudades son más inseguras, pero no es cierto. Lo que ocurre es que hemos creado una cultura del miedo con consecuencias como la sobreprotección de las familias. ¿Y si educamos desde el conocimiento y la confianza?
Hay que poner en entredicho esta cultura que sigue viendo la ciudad desde el parabrisas: cinturones de seguridad, sillas de retención infantil… y que nos han impuesto nuevas reglas que crean barreras físicas y sociales, que originan deterioro de la vida social y aumento de la desconfianza en el espacio público.
Es necesario abordar objetivamente y colectivamente el cambio cultural en el ocio, crianza, cohesión social, alarmismo mediático, desarrollo personal, sobreprotección, «infantilización», sedentarismo… que han llevado a un hecho: la infancia ha perdido la calle.
Los proyectos de Camino Escolar deben ser un recurso educativo, y como tales deben buscar la transformación y no la reproducción de las nuevas reglas que nos han impuesto desde el parabrisas.
La idea no es tanto que la infancia vaya de casa al colegio sin la compañía de un adulto, sino que la infancia pueda salir de sus casas de manera autónoma para jugar de manera libre con iguales.
La educación no puede enteder la calle como una vía: ¿queremos «calles pasillos» o «calles salón»? Es necesario rechazar la formación que entrena a la infancia para la autodefensa y como conductores precoces de vehículos motorizados. Urge una cambio de enfoque revisando mensajes, valores, destinatarias y cómplices.
La seguridad vial no es posible sin una movilidad sostenible, y esta última sin un modelo urbanístico que fomente la accesibilidad. Es fácil ver como cuando se revierte el «Abuso» del coche en el espacio público vocean algunas resistencias. Pero el cambio hacia una ciudad más amable es más barato. Es necesario entender que el cambio es cultural y no una lista de infraestructuras.
Precisamos que la infancia viva el barrio: conociéndolo, identificándose y responsabilizándose. Urge recuperar la cohesión social, empezando por conocer a nuestro vecindario, comerciantes… Por eso nos negamos a charlas que no implique a la sociedad o parques de educación vial que no entienda que el contexto educativo es el barrio.
Proyectos de Camino Escolar tienen sus limitaciones y precisas de un trabajo transversal: participación ciudadana, educación, seguridad ciudadana, urbanísticos, ambientales… Tal vez por la necesidad de tantas competencias, muchas veces falte liderazgo y coordinación.
Por eso son claves la formación y comunicación. La formación cobra mayor importancia cuanto más elevada es la responsabilidad de sus decisiones.
¿Con quiénes contamos? Escolares, familias, docentes, comerciantes, vecindario, asociaciones, administraciones… Es muy importante que asumamos a los escolarescomo personas de derecho en el presente y protagonistas de su proceso educativo, por lo que es importante que tengan creados consejos de la infancia y la adolescencia en su municipio. Las personas adultas deben entender que dejar hacer progresivamente es un acto de amor. En este sentido las familias puede ser la principal barrera y las mejores colaboradoras. Las docentes deben tener incentivos por su papel fundamental de organización y dinamización. El vecindario y el comercio pueden implicarse asumiendo la responsabilidad de una vigilancia difusa. Las asociaciones (mayores, urbanistas, ciclistas, etc.) jugaría otro papel muy importante. Las administraciones deben comprometerse públicamente en su desarrollo y trabajar para un participación vinculante, es decir, que las propuestas que sean viables y acordes con el proyecto se hagan realidad.
Y una vez que tenemos claros los fundamentos de proyectos de movilidad e infancia, es fundamental contar con un buen diagnóstico participativo mediante: encuestas, paseos y análisis del espacio público con cuestionarios, fotografías/vídeos… Este proceso nos debe de servir para ir construyendo los indicadores que queremos evaluar durante todo el proyecto y que dé pie a una planificación, recordando que el papel lo aguanta todo.
Con estos fundamentos, es fácil hacer actividades acordes con proyectos de movilidad e infancia: dibujos, fotografía, logos, lemas, chapas, redacciones, entrevistas, radio, teatro, vídeo, canto…; juegos simbólicos; MetroMinuto del municipio o distrito, valoración de la accesibilidad y paseos participativos adaptados a la infancia y adolescencia; multas solidarias; dinámicas de economía de fichas como el Juego de la Serpiente; organización de grupos para el camino escolar; previsiones meteorológicas y vestimenta adecuada; procesos participativos vinculantes; actividades populares; propuestas de urbanismo participativo: parking day; «abre la calle», patios escolares inclusivos…
A la escuela como institución le interesa que la infancia y la adolescencia vaya con experiencias que quieran compartir en la escuela. Aunque puede haber principios como seguridad, salud, sostenibilidad, participación ciudadana…, la finalidad educativa debe ser la autonomía.