
Hace seis años cuando, como un utopía, empezó Bicis Para Todas, un proyecto de recuperación de bicicletas , reparación y donación a entidades sociales y personas en situación de vulnerabilidad, nada hacía prever que superarían alas 900 bicicletas donadas.
Los recursos y la disponibilidad de tiempo eran escasos. Con el paso de los años, los recursos y el tiempo han seguido siendo escasos, pero la gran fuente inagotable de energía han sido las personas. El compromiso y la dedicación del voluntariado de Soterranya, la solidaridad, la certeza de que todas y todos, también las bicis, merecen una oportunidad y, sobre todo, el convencimiento de que una bicicleta puede cambiar el mundo, ha hecho seguir caminado con paso firme.
Mentiríamos si dijéramos que ha sido sencillo, que no ha habido días duros, ni momentos difíciles, pero a pesar de todo ni un solo momento ha dejado de valer la pena. La situación Covid también ha pasado factura, desde el fin de la cuarentena las peticiones de personas que necesitan una bicicleta para poder trabajar se han multiplicado por 300. Sabemos que en la situación actual no podremos dar respuesta a tanta necesidad, pero también sabemos que ni un solo momento dejaremos de intentarlo.

900 bicis que no son sólo bicicletas
900 bicis recuperadas son 900 sonrisas, 900 sueños cumplido, 900 historias de superación, pero también son miles de kilos que terminarían en un vertedero y que hoy vuelven a llenar las calles de nuestras ciudades de energía positiva, combatiendo la contaminación, la soledad, y acercándonos a ese mundo más sostenible, justo y amable que todas las personas nos merecemos. Las bicis también nos abrieron nuevos caminos y colaron en nuestras vidas a personitas que nos han llenado de vida e ilusiones. Los niños y las niñas del barrio del Xenillet.
Es complicado dar nombre a todas las personas que han acompañado a Soterranya a través de esta aventura, pero queremos agradecer especialmente a AMA, con quien hemos trabajado hasta que recientemente la asociación se ha disuelto y a quienes tanto queremos; a los amigos y amigas de Sant Joan de Déu València, con quien seguimos trabajando en red y es un placer; a los y las Soterranyas que son pura vida; a nuestros voluntarios mecánicos, Joan, Alberto, Lian, Alex y, especialmente a dos personas sin las cuales nada de esto hubiera sido posible: a Parreño, que siempre nos cuida y nos protege; y al gran Txema, que tiene la habilidad de darle forma a las utopías y materializar lo imposible.