“La tolerancia es el mayor regalo de la mente; requiere el mismo esfuerzo del cerebro que se necesita para equilibrarse en una bicicleta” Helen Keller.
Desde que era pequeña adoro pedalear, la bici siempre ha sido como una prolongación de mi misma. Recuerdo que me permitía moverme autónomamente por la carretera de la vía, entre Vigo y Bayona cuando era un camino de tierra, recuerdo pedalear descalza a toda velocidad y recuerdo la sensación de libertad….
Esa misma sensación la debían sentir las mujeres que por primera vez subieron a una bicicleta, allá por la segunda mitad del siglo XIX, para ellas esa libertad iba más allá de un sentimiento y lo abarcaba todo, definía la forma en la que querían ser y estar en el mundo que les había tocado vivir. La lucha de las mujeres por sus derechos avanzó con rapidez, en aquellos tiempos, sobre las dos ruedas de una bicicleta.
La máquina de la libertad les permitió salir de la indiferencia; primero, por atreverse a subirse en ella y después por su obstinación en seguir pedaleando, porque les confirió popularidad e identidad, porque les permitió cambiar la moda, ponerse unos pantalones bombachos inventados por una de ellas, “los bloomers”, para modernizarse e ir más cómodas, porque eran “las que desafiaban la autoridad moral y las costumbres”, las que transgredían, las que caían en la tentación y revolucionaban la vida cotidiana, desobedecían y cruzaban los límites impuestos.
A través de la bicicleta despertaban a la ciudadanía compartida, volaban en la consecución de sus derechos.
Aquellas sufragistas luchaban por nuevos horizontes para las mulleres, pedaleaban por el sufragio, por su derecho fundamental, el voto, y su aliada era aquella máquina porque les daba visibilidad, imagen, actualidad, movilidad, rapidez, poder, fuerza, autonomía, carisma y además era divertida, muy divertida, amigable y alegre.
Muchas mujeres se esforzaron en aquellos tiempos para cambiar sus condiciones de vida y las de otras mujeres, para elegir y decidir cómo ciudadanas de pleno derecho que ocupaban un espacio en el mundo, unas mujeres que ya querían vivir la realidad de otra manera, mujeres subidas a una bicicleta, pioneras que buscaban un cambio y lo consiguieron, consiguieron que las mujeres eligiésemos y ocupásemos nuevos espacios.
Mi homenaje este 8 de marzo a aquellas “nuevas mujeres” sin miedo, que se subieron a la tecnología para cambiar el mundo. Puede sentirse una en la piel de una sufragista. Incluso en estos tiempos, aún nos queda mucho por pedalear a multitudes de mujeres sobre multitudes de bicicletas.
Belén Sío Lourido
Vigo, 6 de marzo de 2019