Artículo de Laura Diéguez, publicado en la web de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras
EN PLENO SIGLO XXI, las mujeres siguen reivindicando poder disfrutar de los mismos derechos y oportunidades que los hombres. En el día a día, miles de mujeres trabajan para lograr una sociedad más igualitaria e inclusiva para todas las personas, independientemente de sus características individuales, situaciones familiares y procedencias.
Aunque conocida, no se habla tan a menudo del papel que tiene la movilidad cotidiana como un elemento que puede contribuir a la inclusión laboral de las mujeres y su pleno disfrute de los derechos de ciudadanía. O todo lo contrario, ya que mal gestionada, la movilidad puede ampliar la brecha de la desigualdad entre las mujeres y los hombres, con respecto a la ocupación y el aprovechamiento del territorio.
El territorio y el tiempo con visión de género
LA MOVILIDAD cotidiana de las mujeres es compleja. A grandes rasgos, esta movilidad se caracteriza por seguir unos itinerarios no lineales, haciendo más etapas que los hombres. Las mujeres suelen combinar los recorridos para ir o volver del trabajo con otras actividades relacionadas con el rol social que todavía se les otorga, esto es, ocuparse casi en exclusiva de las tareas domésticas y de cuidado de las personas. Por poner un ejemplo, una mujer con un trabajo remunerado fuera de casa y que tenga personas dependientes a su cargo, es muy probable que no haga un recorrido simple desde su lugar de residencia hasta el trabajo y viceversa, sino que es más habitual que durante el trayecto haga paradas para dejar o recoger menores de la escuela, para comprar, para hacer trámites, etc.
Generalmente las mujeres realizan unos desplazamientos más cortos, no recorren tantos kilómetros ni emplean tanto tiempo como sus homólogos masculinos. Sin embargo, no se puede dejar de lado que el uso del tiempo también presenta diferencias en función del género. Efectivamente, aunque los itinerarios de las mujeres son más cortos, el hecho de hacer más paradas durante el trayecto conlleva que el tiempo de desplazamiento se alargue.
Las mujeres también son las principales usuarias del transporte público y las que más caminan por la ciudad, por lo que viven el territorio de una manera diferente a la de los hombres, especialmente los espacios más cercanos al lugar de residencia. En el caso de las ciudades fragmentadas, en las que hay una fuerte diferenciación de las zonas en función de cuál es la actividad principal que se lleva a cabo (barrios dormitorio, zonas de servicios, polígonos industriales), la manera femenina de entender el espacio se puede ver perjudicada si es que no hay unos buenos mecanismos para interconectar las diferentes zonas de la ciudad, como una red de transporte público potente o vías ciclistas seguras y continuas.
Un elemento clave a la hora de analizar la movilidad de las mujeres tiene que ver con la inseguridad viaria, ya sea real o percibida. Numerosos estudios muestran las estrategias de las mujeres para evitar ciertos recorridos y zonas de la ciudad, especialmente en el horario nocturno. Esto es especialmente relevante en el caso de las trabajadores que realizan su actividad profesional por la noche (Col·lectiu Punt 6). Así, es habitual que estas trabajadoras se desplacen en grupo, eviten ciertos medios de transporte, ciertas paradas o estaciones o realicen itinerarios más largos para sortear espacios solitarios, poco iluminados, sin asfaltar, etc.
Fuente y artículo completo: http://www.ccoo.es/noticia:271698–Sociedad_La_movilidad_con_perspectiva_de_genero_de_Laura_Dieguez